En primer lugar es tiempo para APRENDER A ESPERAR. El tiempo del Adviento nos quiere ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. Cada año la iglesia entra en este santo tiempo y aprende a esperar al Señor:
· Con la misma ilusión con que un estudiante espera sus vacaciones.
· Con la misma intima emoción con que una madre espera a su hijo.
· Con la misma urgencia con que el surco abierto y reseco espera la lluvia, la Iglesia espera la venida de su Señor.
Cada año cobra actualidad el Aviento porque siempre necesitamos la Venida de Dios en nosotros, y nos hace falta aprender a esperarle. Sería señal de debilidad o de muerte si nos encontráramos satisfechos con lo que ya tenemos.
Como también nosotros, los cristianos, podemos ir perdiendo a lo largo del año la sensibilidad por lo divino, nos conviene que el Adviento nos despierte el apetito de los bienes que verdaderamente valen la pena. Nos hace bien el matricularnos en la escuela de la esperanza, poniéndonos por delante la meta del encuentro Salvador con nuestro Dios. San Pablo hace sonar la diana para todos: “sabed que ya es hora de que despertéis del sueño”.
En segundo lugar debemos SER TESTIGOS DE LA ESPERANZA. En un mundo que progresa sin cesar, que se supera así mismo en las conquistas del “confort” y de la ciencia; en un mundo que, a pesar de todo ello, no puede quitarse de encima la angustia y la inquietud, los cristianos somos invitados en el Adviento a practicar la espera de los bienes divinos, y a dar testimonio de nuestra esperanza ante los ojos de la sociedad.
¿Cuántas cosas ansían los hombres?, ¿cuantos "mesianismos" ilusionan los corazones humanos? Nosotros tenemos que superar con decisión el plan material y alimentar nuestra esperanza con el único objeto que puede satisfacerla: la venida de Jesús.
El salmo 24 resuena desde el primer día del Adviento: A ti, Señor he levantado mi alma; por encima de los afanes de cada día y de las aspiraciones meramente terrenales, nosotros esperamos a Dios mismo.
No es que con ello tratemos de desertar de nuestra tarea en el mundo; al contrario, queremos orientar los íntimos anhelos de la humanidad hacia su único objetivo definitivo: Dios; pues "todos los que esperan en el Señor no quedaran defraudados".
En tercer lugar, ¿QUÉ ES LO QUE ESPERAMOS? La pregunta brota espontánea al intentar vivir concretamente el espíritu del Adviento: ¿Que objeto tiene nuestra espera?, ¿De qué venida se trata el Adviento? El pueblo de Israel estuvo durante siglos y siglos esperando al Mesías.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Cristo nació de María Virgen y apareció entre nosotros. Desde que Él llegó todo ha cambiado en la historia: Vivimos el tiempo de Cristo. Seria simplemente una ficción inútil o una comedia
· El rezar y cantar como si Cristo no hubiera venido ya.
· El pedir a Dios que nos envié al Mesías como si no hubiéramos sido ya salvados por Él.
· Ponernos en la misma actitud de Israel, copiando sus palabras en el mismo sentido inmediato que tuvieron en sus labios.
Eso no lo pretende ciertamente el Adviento. El nacimiento de Jesús en Belén lo recordamos gozosamente, celebraremos su aniversario y aprenderemos las entrañables lecciones que sus protagonistas nos enseñaron.