Esta mañana, en una conocida red social, Antonio Castilla, profesor del colegio y padre de tres niñas preciosas, dos de ellas escolarizadas en nuestro centro, compartía esta precisa reflexión:
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Digo importante porque nos viene muy bien en los tiempos que corren. Estos dos personajes contraponen dos formas de ser distintas; dos maneras de orar; dos formas de creer y relacionarse con Dios.
Haciendo un símil con nosotros mismos es lo que muchos suelen hacer para poder sobrevivir en los tiempos que corren.
Haciendo un símil con nosotros mismos es lo que muchos suelen hacer para poder sobrevivir en los tiempos que corren.
En este sentido, Jesús nos recuerda que necesitamos empezar desde abajo, es decir, desde lo más profundo y real de nosotros mismos; nos recuerda la GRATUIDAD de la SALVACIÓN, pero que pronto se nos olvida cuando está en juego nuestro pellejo.
La palabra Fariseo tiene muchos significados: persona satisfecha y segura de su valor; aquel que cree que siempre lleva razón; el que posee la verdad exclusiva y al mismo tiempo con capacidad para juzgar y condenar a los demás, etc. Por supuesto esta clase de personas no se arrepienten de nada y son los demás los que deben cambiar.
¿Qué postura podemos adoptar? El evangelio lo deja muy claro: Jesús es el único Maestro, de él debemos aprender, a él debemos acudir; él es nuestra fuente.
Pero no todos siguen las mismas reglas de juego; hay personas que exponen muchos principios adornados de moralidad y falsa prudencia en nombre de la fraternidad y la buena convivencia que no son otra cosa que "Cantos de sirenas".
Jesús nos advierte que la hipocresía es maligna en nosotros los que nos llamamos cristianos si queremos ser evangelizadores, porque no es posible ocultar o encubrir por mucho tiempo la falta de virtud, la desidia y la poca participación, como la falta de amor a Dios y a los hombres.
Por lo tanto, no hay que reprimirse, tememos la obligación de expresarnos con nitidez de sentimientos, para poner freno a las actitudes indignas (limpia la copa primero por dentro y después por fuera).
Dejémonos de falsas sinceridades como los fariseos que acostumbraban a las exterioridades, a quedar bien, a las apariencias y pasemos a lo verdaderamente significativo y valedero; lo interior, el fondo del alma.
Porque para Dios no tiene importancia lo que aparentemos, sino lo que verdaderamente seamos. Todo esto si creemos en ÉL".
Estas palabras nos pueden ayudar a reflexionar, a aprender que nuestra actitud ante Dios y ante los demás seres humanos debe ser sincera, humilde y sin egoísmo. La parábola del Fariseo y el Publicano tiene algo especial. Nuestro Señor aceptó la actitud del publicano, del pobre y humilde, y por eso éste regresó justificado, es decir, perdonado y salvado. Gracias Antonio.
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